viernes, 26 de abril de 2013

Asalto al Poder

House of Cards ha resultado ser prácticamente todo lo que prometía en su momento el primer capítulo que ya referenciamos aquí. Un tablero de ajedrez político donde entran en juego las tramas personales en la medida en que estas fortalecen o debilitan las apuestas de poder. Un tablero en el que un hombre, Kevin Spacey, se erige en dominador absoluto de un mundo tan fascinante como turbio y cruel.


La serie sigue las evoluciones de Francis Underwood (Spacey) en su lenta ascensión hacia una (mayor) relevancia política tras ser relegado del gobierno entrante en el que aspiraba a ser Secretario de Estado. A su lado una esposa ambiciosa, inteligente y cada capítulo que pasa más dividida entre sus aspiraciones y las de su marido. Añadiendo gracia al guiso una joven periodista trepa capaz de acostarse con el poder (literalmente); los intereses económicos de una gran corporación; un congresista con problemas de drogas, el "arreglador" de Spacey y un par de personajes clave de la Casa Blanca como son la jefa de gabinete y el mismo presidente. Así, por no alargar mucho.

Aunque no nos engañemos. Aquí el protagonista absoluto es Kevin Spacey, que se queda con el mejor papel, las mejores frases y las mejores escenas. Él es la razón principal de que la serie se sustente. Retrata a la perfección a un político veterano, conocedor de los resortes del poder, centrado en una meta y no carente de un sentido del humor a ratos irónico, a ratos cínico. Frank Underwood conecta al espectador directamente con toda una tradición de personajes que son mejores y más listos que los que tienen alrededor y lo saben. No quiero dejar de destacar, aun así, el papel de Corey Stoll como el alcohólico y adicto congresista Peter Russo, sin duda el personaje más humano, cercano y querible de toda la serie.


En la foto todos parecen muy pros, pero algunos acaban siendo juguetes rotos...

Las tramas y acontecimientos giran en torno a tres pilares básicos: la confianza (matrimonial, entre colegas de partido o profesión, entre jefes y subordinados); las drogas y adicciones como vías de control y destrucción de amigos y adversarios; y el sexo como peaje, como arma arrojadiza o como premio y motivación. Cambiando un poco la conocida frase, House of Cards es en cierto sentido sexo, drogas... y política.

Formalmente, una de las características de House of Cards descansa en la ruptura continua de la cuarta pared por parte del protagonista. Ello no solo nos ofrece acceso a sus pensamientos, sino también a valoraciones y comentarios sobre situaciones y personajes.

Argumentalmente la serie expone en sus 13 capítulos una trama general y algunas otras que se van cerrando y abriendo, pero con los mismos personajes. Así, la mayoría de ellos tienen varios arcos de desarrollo y Underwood es probablemente el único que desarrolla un único arco a lo largo de toda la serie. Digamos que los demás van sobreviviendo y adaptándose a los cambios que les sobrevienen mientras que Spacey parece avanzar siempre en una dirección, incluso cuando se le tuercen los planes.

Tomada en su conjunto, House of Cards se queda corta para alcanzar el Olimpo de las series. Es de rigor destacar que está bien planteada e interpretada, que reparte bien el juego entre personajes y que  la trama principal es suficientemente atractiva. Pero tiene dos rémoras. La primera es que le falta destacar en algún aspecto concreto. La segunda es más grave: Spacey toma una decisión hacia el final de la temporada que yo al menos no percibí como la reacción natural del personaje a la situación. Y siendo un acontecimiento clave para la resolución de la trama, esa desconexión afecta al poso que deja la serie en el espectador.  Quizá en la segunda temporada, ya anunciada, veamos la serie sobre Frank Underwood dar el salto de notable a sobresaliente. Elementos atractivos no le faltan.

Spacey se luce, pero Corey Stoll da vida al más humano y creíble de todos los personajes interpretando a Peter Russo.

Indicaciones: Amantes de las series de puñaladas traperas y protagonistas owneadores. Es un poco como Boss pero más luminosa. Si te gusta Kevin Spacey... Aquí se SALE.

Contraindicaciones: No apta para espectadores que no soportan series con personajes de moralidad gris. No recomendada para alérgicos a los diálogos largos y las tramas que se van enrevesando.

Interacciones: Boss con Kelsey Grammer es lo primero que me viene a la cabeza. Tiene lejanas conexiones con El Ala Oeste de la Casa Blanca.

Efectos Secundarios: Echarás de menos los tejemanejes de Quintus Lentulus Batiatus. Deja en el espectador un juicio ambivalente sobre el protagonista.

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