lunes, 4 de marzo de 2013

Saga

De vez en cuando aparece un cómic rodeado de un halo cautivador, especial. Uno de esos trabajos que no puedes imaginar realizado de manera distinta. Saga es uno de esos cómics. Una aventura espacial de ciencia ficción y fantasía que habla de la familia, del amor y de la guerra de manera evidente y sutil al mismo tiempo. Una historia que empezarás tomándote medio en broma y acabarás leyendo medio en serio. Porque no necesita cargar las tintas para ser dramático y relevante ni recurre a bufonadas para resultar simpático y divertido.


Saga es probablemente la creación por la que va a ser más querido y recordado Brian K. Vaughan. Y eso es decir mucho cuando ya es el responsable de Y: El Último Hombre, Ex Machina o Runaways. También es el trabajo que ha sacado a relucir el talento de la canadiense Fiona Staples, un auténtico descubrimiento que llevaba desde 2005 deambulando sin mucha fortuna por el mundo del cómic.

Siempre es difícil valorar un tebeo que se publica mensualmente. Cada número de una colección abierta es una reválida y pueden pasar muchas cosas que hagan declinar la calidad. Pero de momento, tras 10 números publicados, parece claro que el compromiso de los autores con Saga es total y la calidad, lejos de descender, amenaza con seguir subiendo.

En una galaxia poblada por un porrón de especies inteligentes, Saga sigue el rastro de Marco y Alana, un matrimonio interespecie entre las dos grandes civilizaciones en guerra de la galaxia. Con una niña recién nacida que nos cuenta la historia desde un futuro indeterminado, el matrimonio intenta escapar de la locura de la guerra solo para topar con enemigos que les persiguen y situaciones cada vez más disparatadas y peligrosas. 

Saga presenta bizarrías a tutiplén: Diseño de personajes, situaciones, escenarios... Pero todo parece encajar con naturalidad.

Saga coge la space opera, ese entorno de fantasía y ciencia ficción y construye su propio universo con una facilidad pasmosa. Todo en este cómic parece presentarse de manera natural, sin esfuerzo, como si los autores fueran los cronistas de una historia y de un universo muy bien conocido y no los creadores de todo ello. En cierto modo, la comparación con Star Wars es inevitable. El marco es tan amplio que el foco se coloca en la historia personal de los padres y la recién nacida, dejando que cada detalle no explicado o simplemente no relevante para la historia sea imaginado por el lector.

Saga funciona porque los personajes son un dechado de virtudes y defectos. Toman las decisiones acertadas y las equivocadas. Se enfadan y se ríen. Se leen muy normales, muy humanos, muy reales. Tanto los protagonistas como los espectaculares secundarios. Y todo lo dicho es aplicable al dibujo. Staples huye de estridencias y de osadas composiciones de página. Pero demuestra una atención al detalle primorosa, sin descuidar una viñeta por muy de trámite que parezca. Con una solidez visual envidiable, sin un rostro mal dibujado, sin un cuerpo en una postura rara, sin una viñeta donde puedas ver a la legua un encuadre mejor.

Es posible que Saga no resuene igual en todos. Que no a todo el mundo le parezca una obra escrita específicamente para uno, como hecha a medida. Pero al menos a mí me recuerda mes a mes lo que es sumergirse en una historia de tal modo que durante su lectura me ausento del mundo. 

Foto de familia feliz: Mamá pilota el árbol-nave mientras a papá se le cae la baba con la pequeña Hazel.

Indicaciones: Románticos, fantasiosos, acérrimos de las space operas, quienes busquen aventura y acción; drama y pasión; fantasía y realidad. Cualquier lector de cómics con un mínimo de gusto.

Contraindicaciones: Intransigentes de los settings fantásticos o de ciencia ficción. Hartos de leer historias de amor con tropezones o tropezones con historias de amor.

Interacciones: Star Wars. RPGs con mucha tralla entre personajes. Lost in Space.

Efectos Secundarios: El siguiente cómic que leas te parecerá peor. Maldecirás al no encontrar apenas trabajos anteriores de Fiona Staples. Tras leerte un número, el cómic te hace compañía durante unos minutos, negándose a desvanecerse de tu mente.

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