miércoles, 9 de octubre de 2013

Gravity

La próxima vez que me pregunten con aire de suficiencia por qué sigo considerando las salas de cine como templo de lo audiovisual en vez de  rendirme a los cantos de sirena de nuestras televisiones de 50 pulgadas, miraré a mi interlocutor y formaré con la boca, silenciosa pero reconociblemente, la palabra "Gravity". Una experiencia cinematográfica que va más allá de ver imágenes en una pantalla para dejar su impronta donde de verdad importa: En la mente y en el corazón. La epopeya espacial de Alfonso Cuarón es una de las más bellas demostraciones de por qué necesitamos mantener esos lugares mágicos en los que, callados y a oscuras, nos sentamos a compartir historias con otros mientras las vivimos y sentimos privadamente.


Corren malos tiempos para los que buscamos en el cine experiencias nuevas o al menos nuevas propuestas que nos hagan sentir las emociones de siempre. Por eso cuando una nueva película me toca la fibra, me emociona, me asombra y me hace sonreír por su belleza y sufrir con sus personajes, no hay fuerza en este o en ningún otro universo que me vaya a impedir recomendarla.

Hay muy pocas concesiones en Gravity a las expectativas del espectador. No se recrea en una grandilocuente aventura espacial. Simplemente cuenta una historia en el espacio. Con un pulso firme, con una claridad de ideas admirable, con una energía de esas que traspasan la pantalla y llegan hasta el espectador. Dejándote sin aliento, a merced de la película, con la certeza de que estás viendo algo que lamentarás no poder ver de nuevo por primera vez. 

El espacio: Un ambiente hostil, bellísimo y donde las acciones más rutinarias se vuelven peligrosas.

Cuarón consigue con una maestría cuyo origen y modo de ejecución no soy capaz de desentrañar, que el espectador se meta en la historia, que las situaciones de los personajes se trasladen al espectador sin necesidad de recurrir a los trucos baratos. La cámara se mueve ingrávida y libre por el espacio. De manera certera y perfecta. Jugando con los objetos en los diferentes planos del campo de visión, dando al espectador la posibilidad de perderse en ellos. No necesita desorientar al espectador para hacerle partícipe de la desorientación de los personajes. No necesita bambolear la cámara para trasladar frenetismo o urgencia. Cuida los detalles siendo tan fiel a la realidad como la historia lo requiera para ser contada con mayor impacto. Por ejemplo: En el espacio no hay sonido. Y tampoco en la película cuentan las escenas espaciales con sonido. Pero en cambio sí apuesta por la banda sonora. Una banda sonora de las de hacerle un templo al novato en composición pero veterano en el apartado de edición Steven Price. Su aportación a la película es fundamental y acertadísima. A ratos música ambiental, a ratos simple acompañamiento rítmico, lleva de la mano a los personajes y al espectador sin resultar nunca intrusiva, sin hacerse notar. Y cuando rompe esta regla de la discreción, es siempre para reforzar los sentimientos, nunca para mayor gloria de la banalidad visual.

La película es visualmente hipnótica y contiene algunas de las escenas más espectaculares que he visto.

Gravity es un viaje, una aventura en la que se cuenta lo único que merece la pena ser contado: quiénes somos y cómo somos. Nadie saldrá de la sala sin conocer a fondo a la doctora Ryan Stone (Sandra Bullock) y al comandante Matt Kowalsky (George Clooney). Porque en apenas 90 minutos estos personajes van a ir formándose con cada escena hasta completar un retrato completo simplemente por lo que dicen y hacen. La mejor manera de narrar. Por demostración.

Para ahora ya debería ser evidente que no voy a hablar de la trama. De si sobreviven o mueren, de si la película pierde fuelle en algún momento o de si se hace repetitiva tanto tiempo allí arriba, junto a las estrellas. Digamos que todo eso es totalmente irrelevante. Porque habrá espectadores que queden, como yo quedé, cautivado en los planos iniciales. Y se abandonarán a la experiencia. Y depositarán acertadamente su fe en que Cuarón los lleve a través de un viaje alucinante, tan especial e íntimo que solo tendrán que preocuparse de no despegar la mirada de la pantalla.

Algunos planos son simplemente, de quitar el aliento. Y también enternecen el corazón, para qué negarlo.

Indicaciones: Cine, con C mayúscula. Una experiencia cinematogáfica en toda regla. Perfección en la ejecución, emoción en cada plano y escena. Corta el aliento. A veces con su belleza, la mayoría de las veces por la tensión e incertidumbre.

Contraindicaciones: No basta con verla y entenderla a nivel racional. Hay que sentirla. Si no posees la capacidad de sumergirte completamente en una película, es posible que te parezca vacía o incluso pretenciosa. Y te compadezco.

Interacciones: Y yo que sé. A nivel emocional y salvando las distancias, otra película que me dejó callado (y bien jodido) al acabar fue, por ejemplo, The Road.

Efectos Secundarios: Es de esas películas que cuando acaban no quieres ser el primero en estropear lo que acabas de ver hablando de ello. Sus sensaciones te acompañarán un buen rato. Primero no querrás volver a verla porque nada puede igualar la experiencia del primer visionado. Al día siguiente querrás verla de nuevo.

2 comentarios:

  1. Tras unos segundos de reverencial silencio, lo primero que dije al terminar la película fue algo en plan "Qué cabrón"
    Así de loco me quedé con Gravity. Peliculazo.

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  2. Creo que sí. Recuerdo que me reí muy fuerte porque yo estaba pensando en ese momento "¡pero qué pedazo de cabrón!". xD
    Sí, lo sé. No me pasa solamente hablando o escribiendo. También cuando pienso utilizo más palabras de las estrictamente necesarias. :P

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