lunes, 11 de febrero de 2013

Salvajes

Esta película de Oliver Stone se encuentra en un término medio incómodo, una especie de relato sobre corrupción y crimen organizado que se viste de pesadilla pulp californiana. Esta dualidad choca en más ocasiones de las que baila, y produce un extraño resultado. Pero una cosa tengo clara: los personajes me han enamorado y pese a sus tropiezos, son ellos y solo ellos los que han hecho que Salvajes me encante. Veamos por qué.



Desde mi punto de vista, muy posiblemente de romántico incurable, fan de las historias de amor extrañas, torcidas y si hace falta enfermizas, Salvajes es una historia de amor. No importa que la narradora haga referencia a la Ofelia de Hamlet como origen de su propio nombre, que ella acorta a O. La historia me llega más como una especie de Romeo y Julieta y Romeo con mejicanos que otra cosa. Ya. Bueno. Un segundo.

El trío inicial me sedujo desde el primer momento. Arranca con la historia de amor compartido de O, una chica que parece California hecha mujer. Rubia, de buena familia, con problemas paternos, vive con unos magnates independientes de la marihuana. Lo dicho, California. Dichos magnates son los amigos Chon, un ex Navy SEAL que se trajo semillas de Afganistán y Ben, un cerebrito de Berkley experto en botánica y empresariales. Uno es un fiero macarra y el otro un amoroso hippie, y junto con O viven su propio sueño americano.

Chon, O y Ben: Ken Soldado, Barbie California, Ken Solidario.

Al menos lo intentan, hasta que las maniobras económicas y políticas del crimen organizado mejicano perturban este trío ideal, este threesome de drogas, sexo y dinero en el extranjero. Las maniobras para solucionar el asunto desatan la aparición de terceras y cuartas partes, secundarios delirantes y mano de obra pintoresca en cada bando.

Los personajes, a cualquiera de los lados de la contienda o de la frontera tienen todos algo en común: molar mucho todo el rato. Porque no importa como lleves tu negocio, ya sea blanquear dinero, cultivar droga, matar gente o vivir la vida. Hay que llevarlo gustándose, como pensando que el momento en el que dejes de molar la película va a matarte. De esta manera, los personajes huyen hacia adelante en una película que, con ese sabor a Shakespeare, sospechas que va a acabar entre mal y fatal.

La reina de la droga, el sicario desagradable y el policía corrupto. Cuanto amor.

Y la verdad es que la película termina mal. Pero no de la manera que esperas. La película termina Mal. Hasta el punto de casi estropear el resto de la experiencia. Afortunadamente a mí no me afectó lo suficiente, los personajes eran más míos que suyos pasadas esas dos horas de película. Que me quiten lo bailao. Una película muy recomendable, aunque el final pueda indigestar la experiencia a más de uno.


Indicaciones: Amantes de los personajes turbios, la violencia desagradable y el cine con mejor forma que fondo. Gente capaz de olvidar los últimos cinco minutos de una película.

Contraindicaciones: En general, gente que requiera imprescindible una historia excelente, y no puedan perdonar el apocalipsis final.

Interacciones: Olvidar Traffic, jugar a Hotline Miami, volver a ver Domino. Pensar que a los protagonistas de Haven les iría mejor con marihuana de por medio.

Efectos Secundarios: Pensar que alguien podría hacer un Shooter/RPG genial con todo esto. Preguntarte como mierdas funciona una pipa de agua.

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