El Doctor Snack ha reclamado su derecho a un Diagnóstico Diferencial.
Primero derrotó a unos ladrones disfrazados de terroristas, todo ello en
un monumento al capitalismo. Luego detuvo una locura terrorista en uno
de los lugares más hostiles hacia el ser humano, un aeropuerto. En la
tercera jugaba en casa, y le tocaba defenderla de otro ladrón disfrazado
de terrorista (ah, la familia). Años después detendría un barroco
complot informático. Esta vez viaja a Rusia para ayudar a su hijo. ¿Qué
tienen en común y qué tal sale parada esta última aventura? Veamos.
McClane no comprende ni comparte los ideales del tiburón financiero. O el caos aeroportuario, o la destrucción de su amada ciudad. Tampoco entiende cómo los ordenadores lo gobiernan todo. En esta quinta entrega, John McClane no entiende la manía de algunas películas de acción de mover mucho la cámara, ser muy azules y tener mucho giro en la trama. Y no le gusta. John McClane, como en anteriores entregas, viene a imponer orden tradicional investido del poder de su camiseta imperio. Viene a salvarnos a todos. De los inversores, los aeropuertos, el caos de las ciudades, la tecnología. Ahora le toca salvarnos de las películas de acción pretenciosas.
Aquí no hay mitos ni legados ni casos. McClane arranca la película cansado, intentando recomponer una familia dispersa, y acaba atrapado en una película de espías en Rusia. Una película muy intensa. Muy azul. Con gente que no es lo que parece. Moviendo la cámara mucho, de forma dramática. El protagonista de esa película es Jack McClane, el hijo de John. Jack está perdido en medio de una conspiración política rusa, con intereses internacionales en el asunto y múltiples bandos de agentes expertos. Pero John aparece para salvarlo, no tanto de los malos, si no de una de esas películas de acción que se avergüenzan de serlo. En el momento en el que John entra en acción, la película es cada vez menos azul, la trama es a cada paso menos compleja, la cámara lo enfoca todo con mayor nitidez. John salva a su hijo al mismo tiempo que salva la película.
Porque John McClane siempre está ahí para salvarnos. Porque cuando nos creemos el mito del espía intenso y nos perdemos en nuestras tonterías, todos somos hijos de John McClane.
No hay comentarios:
Publicar un comentario