lunes, 11 de noviembre de 2013

Cabin Pressure

Creo que cuando hice la review de Neverwhere hablé de lo chocante que me resulta el género de la radionovela, y que quizás, precisamente por ese primer estupor al descubrir que todavía existía y que no se limitaba a los folletines de toda la vida... me he escuchado unos cuantos. Mi primera experiencia fue The Pillow Book, y la segunda, esto que vengo a comentar hoy: Cabin Pressure. Ciertamente creo que fue lo que cimentó del todo mi fangirlismo por Benedict Cumberbatch, porque es que adoro a su personaje.
Estos cuatro sostienen la serie.


Resumiendo que es gerundio. Cabin Pressure es un show de radio escrito por John Finnemore, que se desarrolla dentro del curioso ambiente laboral de la aerolínea MJN Air (My Jet Now), una aerolínea que, parafraseando a la dueña de la misma Caroline, es más bien un aeropunto. Un avión (G.E.R.T.I) que tiene su propio temperamento; su capitán (Martin Crieff) que es tremendamente inseguro y patoso; su segundo al mando y copiloto (Douglas Richardson), antiguo piloto de Air England con un carácter más ácido que un limón; la dueña que hace de azafata (Caroline Knapp-Shappey), que tiene que aguantarlos a todos; y el azafato, hijo de la anterior (Arthur Shappey) más inocente que un cubo de playa y con unas ideas peregrinas. Sus viajes son a cada cual más delirante, con un humor a ratos ácido, a ratos sarcástico, a ratos absurdo y a ratos con una inesperada ternura.

Cabin Pressure se graba con público en directo.

Al ingenio del guionista, que también da voz a uno de los personajes, se le unen tres actores experimentados que se visten los personajes como si fueran un guante y te embarcan en un vuelo de risas aseguradas. Benedict Cumberbatch interpreta al capitán, un registro diametralmente opuesto a lo que nos hemos acostumbrado, dejando de lado incluso esa voz tan de ultratumba que puede llegar a utilizar y moviéndose por un registro tragicómico con el personaje en sus interacciones con el copiloto interpretado por un Roger Allam que se sale por las costuras con el sarcasmo y la acidez en la que se escuda para esconder las pequeñas miserias de su personaje. Y la dinámica entre el propio Jon Finnemore en su papel de infantiloide, inocentón y absurdísimo Arthur, que a veces parece un crío con un subidón de azúcar al que querrías abofetear para que se calme, y Stephanie Cole, que interpreta a la sufrida madre de Arthur y sufrida dueña con más retranca que años tiene.

No hay ni un solo capítulo con el que no me haya reído y con alguno he acabado a carcajadas. Es un humor bastante inglés, y quizás eso tire para atrás a algunos, pero si se entiende el idioma, hay que darle una oportunidad. Llevan ya cuatro temporadas y se habla incluso de una adaptación televisiva. Personalmente, si se respetase el casting de actores originales... sería la primera en verla.

Douglas Richardson y Martin Crieff.

Indicaciones: Como casi todo lo mío, para fans de lo británico, sobre todo el humor. Fans de lo absurdo, fans del acento y fans de las dicciones impecables.

Contraindicaciones: Totalmente contraindicado con cualquier tipo de bebida debido al alto riesgo de aspersión. Gentes que no aguanten el humor de los Monty Pyton.

Interacciones: Tardes solitarias y lluviosas en las que solo apetece hacer punto y tirarse en el sofá; horas y horas de tarea tediosa y mecánica.

Efectos Secundarios: Se te queda acento pijo inglés, pides más y no encuentras, empiezas a seguir a Finnemore en Twitter para saber cuándo toca la siguiente temporada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario