sábado, 6 de junio de 2015

Entre Cómics charla con Marcos Martín y Albert Monteys

Esta no es una entrevista sobre Albert Monteys ni sobre Marcos Martín. Ni sobre ¡Universo! ni The Private Eye. En realidad se trata de la historia de una filosofía. La historia de una manera diferente de entender cómo debe ser la relación de los autores de cómic con sus lectores. Que la plasmación actual de esa filosofía sea Panel Syndicate es casi lo de menos. Parafraseando a Alan Moore, detrás de ese nombre hay algo más que las personas de Marcos Martín y Brian K. Vaughn. Detrás de Panel Syndicate hay una idea y las ideas, como sabemos, son a prueba de balas.


La idea arranca en 2013, cuando sin tenerlas todas consigo, Marcos Martín (Barcelona, 1972) lanza junto al guionista estadounidense Brian K. Vaughan (Cleveland, 1976) la plataforma de distribución digital con precios libres Panel Syndicate. ¿Ha funcionado? En contra de todas las expectativas, sí. Pero eso no hizo los primeros meses menos inciertos para el dibujante barcelonés... 

En contra de toda lógica
Marcos Martín: La verdad es que no sabíamos lo que iba a pasar, no teníamos ni idea. Nuestro planteamiento era probar para ver qué pasaba y si no funcionaba (que era lo más probable) teníamos una especie de plan B para cerrar a los tres números, que fue el margen que nos dimos para ver si realmente ganábamos tracción o no. Parte del problema fue que no sabíamos si empezaríamos con muy pocos lectores a los que iríamos sumando más número a número o si arrancaríamos fuerte por la novedad y luego los lectores se irían cayendo o... La gente a la que le explicaba el proyecto flipaba bastante. No entendían que eso pudiese funcionar. Pero afortunadamente mi entorno más cercano, el que me afecta, me apoyó. Montse (su esposa)  me apoyó en todo momento. El hecho de que hayamos llegado a diez números y hayamos incorporado a Albert (Monteys) con otra serie (¡Universo!) quiere decir que Panel Syndicate, en contra de toda lógica, funciona.

Albert Monteys (Barcelona, 1971) se incorpora al elenco de autores de la plataforma de Martín y Vaughan hace casi año y medio, pero su primera experiencia con la distribución digital se la encuentra con la revista satírica Orgullo y Satisfacción, pues su primer número precede al estreno de su colección ¡Universo! para Panel Syndicate. Monteys ve claras similitudes y diferencias entre ambos proyectos.

Arriesgado, pero no tanto
Albert Monteys: Creo que tanto The Private Eye como Orgullo y Satisfacción son dos proyectos  que aunque por formato pueden ser arriesgados, iban a arrastrar gente. Por un lado tenemos a Marcos Martín y Brian K. Vaughan que son nombres conocidos de la industria del cómic. Y en el caso de Orgullo veníamos de un estallido de promoción por lo de la portada de la coronación de El Jueves. Así que son dos proyectos que partían de una base más sólida que si se hubiese tratado de autores poco conocidos o sin nada de promoción (independientemente de la calidad de la obra) y que de repente prueban suerte con este modelo. Probablemente su proceso para ponerlo en marcha hubiese sido mucho más lento y las posibilidades de fracasar hubiesen sido mayores.

M.M.: Yo siempre me preguntaba por qué esta apuesta no la hacían los grandes nombres de la industria americana, que ya de base arrastrarían a su fandom. Me lo preguntaba incluso antes de plantearle la idea de Panel Syndicate a Brian K. Vaughn.

Con una plataforma de distribución digital abierta a un mercado potencial de 6000 millones de personas, es complicado medir qué es tener éxito. Incluso es difícil definir a qué público te diriges, porque quizá tus lectores digitales no sean los que tú esperabas.


La insondable Internet
M.M.: El asunto es que en Internet estás al alcance de todo el mundo y al mismo tiempo compitiendo con todo el mundo. Con gigabytes y gigabytes de información por segundo.

A.M.: Es muy distinto comparado con una librería de cómics en la que solo hay tebeos y la gente ha ido específicamente para eso. Compara eso con 6.000 millones que están ahí... pero que  están siendo distraídos constantemente. Además, la mayoría ya son incapaces de soportar un vídeo de más de treinta segundos. Está comprobado que si un vídeo dura cuatro minutos, la gente se agobia. Entonces ¡cómo les vas a vender un cómic de 32 páginas! Estamos trabajando en mundillos. En entornos muy reducidos.

M.M.: Nuestra experiencia nos dice, además, que el lector de tebeos de papel y el lector de tebeos digitales apenas se solapan. Son dos lectores distintos. Una prueba: Uno de los últimos números de Saga llevaba anuncios de las nuevas series de Brian, entre ellas una página entera anunciando The Private Eye. Con toda la información. "Ya puedes conseguir la colección completa de diez números. Solo en digital. En panelsyndicate.com. Brian K. Vaughan. Marcos Martín. Muntsa Vicente". Con una ilustración, etc. etc. Saga tiene una distribución de unos 70.000 ejemplares. Y no tuvo ninguna incidencia. Nada. Yo pensé que como mínimo habría visitas. Descargas igual no. Pero visitas. Gente que mirase al menos lo que es. Nada. ¿Podría ser que todo el mundo que lee Saga y que pudiera tener un interés en The Private Eye ya lo conozca? Podría ser, pero no lo creo.

A.M.: Existe una distancia difícil de salvar entre el papel y el mundo digital. Hace unas semanas lo notamos. Nos entrevistaron en Jot Down y ahí sí se ha notado un pequeño pico. Tampoco nada del otro mundo, pero ha habido unos días que ha subido y se ha notado. Porque Jot Down está en una web y ahí, cuando pone "Panel Syndicate", se trata de un hipervínculo. La gente pulsa y automáticamente te redirige. En papel tienes que acordarte de mirarlo más tarde. Yo creo que el impacto de la publicidad en papel no se nota en el momento pero es muy posible que, a la larga, de ahí salgan lectores que durante los próximos meses se acuerden y un día que estén aburridos delante del ordenador digan: "¡Hostia, aquello!" y visitarán Panel Syndicate. Pero es verdad que es más trabajo y que en Internet todo lo que suponga un trabajo extra... Por eso me parece tan mágico que la gente pague. Porque supone un esfuerzo y en general en Internet la gente no quiere esforzarse nada. Y ya no es tanto por el hecho de pagar, sino por el hecho de que tienes que entrar en una web, luego meter una contraseña, etc. Ese lector tiene un compromiso con el tebeo que me parece fantástico.

M.M.: Para intentar romper esa barrera, aunque sea un riesgo, ofrecemos la posibilidad de bajarse el tebeo gratis. Es un peligro, pero creo que hay que asumirlo. No hay que pensar en la gente que se lo baja gratis como en ventas perdidas, sino como en posibles compradores en el futuro. Es como entrar en la tienda y hojear el tebeo. Nosotros ofrecemos eso. Y creo que la gente en general responde bien. Hay muchísima más gente que se lo descarga gratis que la que paga, pero...

A.M.: Yo es que entiendo que la gente que se lo descarga gratis en algún momento pagará. Hay descargas gratis que en lo que consisten es: Llega un lector, se baja el último número, paga X y ya el resto se los descarga gratis porque también se entiende que hacer a la vez veinte pagos separados por veinte tebeos es muy engorroso... En realidad hay un montón de fórmulas y cada cual puede tener la suya. Incluso me escribe gente que me cuenta que se lo ha descargado gratis porque no tiene Paypal, porque ahora mismo no tiene para gastar en tebeos, porque... Pero que me dicen que su intención interna es pagar por ello en algún momento. Y que cuando se bajen alguno de los siguientes números ya me pagarán.

M.M.: A mí me parece fascinante. Cada mañana desde hace dos años miro Paypal a ver si alguien ha comprado. Y en dos años, cada día, siempre hay ventas. No ha habido ni un solo día en el que no haya habido ventas. Y cada día me levanto, lo miro... y me fascina. Porque alguien ha venido a la web y ha comprado.

Sin duda algo de mágico sí que ha tenido todo el periplo de The Private Eye. La apuesta ha salido bien. Más de dos años de trabajo y diez números después, el cómic está finalizado y forma parte del pasado de Marcos Martín. Ahora puede mirar al futuro. Y disfrutar un poco de lo conseguido. Pero solo un poco.
La mencionada entrevista en Jot Down.

¡Debería estar trabajando!
M.M.: Ahora mismo estoy descansado y relativamente feliz por haber llevado The Private Eye a buen puerto. A veces me pasa que lo pienso y me emociono, porque son muchos años desde que nace la idea. Dices "¡He hecho algo con mi vida! ¡Ha servido para algo!".

A.M.: No es solo haber acabado un tebeo, sino haber llevado a cabo una idea muy loca de proyecto editorial. Te mereces unas minivacaciones.

M.M.: En realidad tengo algo entre manos. ¡Ahora mismo debería estar trabajando! He dado el primer paso de todo nuevo proyecto que es abrir la carpeta en el ordenador con el título e incluso hay cosas dentro y todo. Pero prefiero no decir el título porque entonces la gente lo tiene ya en la cabeza y vendrá "oye que pasa con X...". Así que de momento prefiero que sea todo más abstracto.

The Private Eye es un tebeo notable. Contemporáneo y futurista, casi profético; formalmente innovador y narrativamente experimentador. Una ventana a un mundo luminoso, deprimente, cautivador, cínico y esperanzado. Un mundo en el que un personaje, el abuelo del protagonista, nos lleva de la mano.

M.M.: El abuelo estaba diseñado para ser un ancla dentro de nuestra realidad en ese futuro. Estaba muy claro ya desde la propuesta de la serie, desde la premisa que me envió Brian en la que tenía separados los personajes. Y era el personaje con el que claramente se iba a identificar todo el mundo. Solo leído sobre el papel me bastó para decirle que iba a ser el personaje clave. Que iba a ser el personaje con el que se va a identificar el lector, más que con el protagonista y más que con cualquier otro. Porque el abuelo somos nosotros. Y está construido así adrede.

En un futuro en el que los secretos de la gente se han hecho públicos y en el que la privacidad es el bien más valioso, sorprende encontrar un protagonista que apenas proteja su identidad con una capucha y un sombreado de ojos. Pero todo tiene su explicación...

M.M.: La idea original de Brian era, visualmente, una especie de The Spirit. Tal y como lo describía llevaba un antifaz atado y un sombrero. Pero visualmente no me atraía dibujar eso porque está ya muy visto, ¿no? Pensando en mantener la idea del antifaz pero que fuera otra cosa se me ocurrió que llevase solo los ojos pintados. ¿Si tiene lógica en un mundo donde todos llevan máscaras tan completas? Ahí hay una pregunta que queda en el aire y que nadie se ha hecho, pero que yo se la hice a Brian cuando discutimos este aspecto del personaje. Le dije que en realidad tampoco nadie sabe si esa es su cara de verdad. Podría ser que se tape solo los ojos, sí, pero que en realidad lleve una máscara completa indistinguible de un rostro como las que se ven a lo largo de la colección. Al fin y al cabo su abuelo es blanco y él es negro. Eso son incógnitas que no vamos a desvelar. ¿Es esa su cara? ¡Haceos esa pregunta!

En mitad del proceso de creación de The Private Eye, en Panel Syndicate sienten la necesidad de hacer extensivo su modelo de publicación a otros autores. Ahí entran en juego Albert Monteys y ¡Universo! Una oportunidad para crear sin injerencias. Una libertad que Monteys centró muy rápido en la ciencia ficción.
 

El país de Haz lo que Quieras
A.M.: ¡Universo! nace cuando hará cosa de año y medio me llama Marcos y me comenta que le gustaría ampliar el número de series y autores de Panel Syndicate donde ya lleva unos meses publicando The Private Eye. Piensa que la idea de pagar lo que se quiera por un cómic digital sin DRM podría interesar a más autores. Así que me propone desarrollar la idea que quiera.

La mayor parte del público me conoce por los tebeos de humor, pero siempre he sido muy aficionado a la ciencia ficción más clásica, más pura, más hard. De hecho, mi primer cómic en solitario es Calavera Lunar, que es humor en un entorno de ciencia ficción. Así que cuando me plantea la posibilidad de hacer una colección, lo primero que me viene a la cabeza es la ciencia ficción.

Mi idea original era emular los tebeos de DC de ciencia ficción de los 60 que leía de pequeño en ediciones de Novaro. Aquellos que en la portada presentaban una premisa muy loca que luego el tebeo no sabía desarrollar. "Un astronauta lleva 20 años fuera de la Tierra y al volver... ¡Hay dos Tierras!". Y resulta que la historia era una estupidez. Pensé en hacer ese tipo de historias autoconclusivas pero que realmente funcionasen. Decidí que todo tuviera lugar en el mismo universo. Que hubiera una cierta coherencia entre las historias aunque estas sean muy diversas. Y todo eso nace del encargo de Marcos de decir "haz lo que quieras".

Pero si un gran poder conlleva una gran responsabilidad, una gran libertad conlleva grandes preocupaciones. La primera, qué hacer, ya estaba superada. La segunda, cómo llevarlo a cabo, iba a exigir más esfuerzo.

Dando a luz ¡Universo!
A.M.: ¡Universo! ha sido como un parto. Pasar de historias cortas a una narrativa más tradicional de tebeo ha sido la parte más complicada. Porque estoy acostumbrado a trabajar en historias breves con un guión muy básico. Por ejemplo: En cada número de El Jueves publicaba un chistecillo. Algo que dentro de una narrativa más amplia sería simplemente una escenita corta y contado con una narrativa muy de teatro: un personaje de cuerpo entero; un personaje de plano medio. Solo muy de vez en cuando algo un poco más creativo.

Pasar de eso a una narrativa más compleja con un arco argumental, estructura de tres actos y páginas en las que hay que narrar acciones complejas y explicar conceptos bastante sofisticados... El primer número fue un parto largo. Quizá el segundo no tanto y en el tercero, cuyo guión estoy acabando ahora, está siendo otra vez un parto. Supongo que me pasa lo de mi primer año en El Jueves, que fue un infierno hasta que me acostumbré a hacer historias de una página cuando yo venía de hacer historias de diez o veinte. Ahora el proceso está siendo a la inversa, acostumbrándome a explicar historias más largas y a desarrollar personajes de una manera distinta.

En un semanario desarrollas los personajes poco a poco, añadiendo detalles aquí y allá y en
¡Universo! como (en principio) solo salen en un número, tienes que dar pistas muy rápidas de quién es quién para que se entienda todo. Y a nivel de dibujo ha habido un cambio de registro hacia un estilo más naturalista, no tan caricaturesco; aunque creo que se sigue viendo que es mío. 
Esa ha sido la parte más divertida, porque a mí me cuesta menos dibujar que escribir. Para mí es un proceso más fluido. Más de dejarme llevar. Con ¡Universo! me lo paso genial. Sobre todo con esas grandes páginas con gente de fondo o cuando consigo resolver bien una ecuación narrativa complicada. Son momentos muy divertidos. Aunque ha habido también momentos de tirarme del pelo.

De manera invariable, los autores parecen vivir en un continuo estado de insatisfacción. No es por falsa modestia. No es por una autoexigencia exacerbada. Es por la propia naturaleza del proceso creativo. Ni Marcos Martín ni Albert Monteys escapan de la montaña rusa anímica en su trabajo. Martín incluso tiene cierta tendencia a decir que él no sabe dibujar...


La montaña rusa creativa
M.M.: Debería ir con cuidado con esa frase, ¡porque la digo mucho! Pero es que a nivel académico veo dibujantes que hacen cosas de las que soy incapaz. Y por otro lado, existen otros dibujantes que a nivel de narración o de sofisticación o de lenguaje del medio tampoco estoy a su altura. ¡Y entonces me digo que soy una mierda! Aunque eso me impulsa a mejorar. De todas maneras no me gusta demasiado criticarme en público porque si a la gente le gusta tampoco voy a ser yo el que me eche piedras sobre mi propio tejado. Yo sé las cosas que más o menos hago bien, pero tampoco tiro cohetes. Porque podría hacerlo mejor.

A.M.: Todo proceso creativo tiene momentos buenos y malos. Y muchas veces están injustificados. Hablando con otros dibujantes descubres que todos pasamos por el mismo proceso: Primero tienes la idea y estás entusiasmado. Cuando la estás desarrollando empiezas a tener mil dudas y a pensar que no funciona. Y cuando estás ya al final de cada obra, lo tirarías todo por la ventana; pero como ya lo tienes hecho y hay gente que lo espera... Lo publicas. El parto ya se ha realizado y si ves que a la gente le gusta, te relajas. Será que no está tan mal. Y así empiezas otra obra. Se trata de un proceso con constantes altos y bajos. Creo que forma parte del proceso de hacer tebeos. He leído a Brian K. Vaughn sobre el proceso de escribir y dice exactamente lo mismo. Nuestra vida es una montaña rusa de autoodio y momentos de...

M.M.: ¡Euforia!

A.M.: Forma parte del trabajo.

M.M.: Es un poco loco, un poco esquizofrénico.

A.M.: Hay una máxima que he ido viendo con el tiempo y que es real. La gente que en general está muy orgullosa de su trabajo suele hacer peores cosas. En el mundo del cómic y en general. Yo estuve un tiempo de director de El Jueves y me llegaba gente con sus trabajos. El que venía y decía "a ver qué te parece, no estoy del todo contento", etc. normalmente traía cosas que valían la pena y los que venían "a ver cuándo empiezo a publicar porque esto es la hostia", te traían basura. Porque no tenían autocrítica y no tenían manera de autoregularse. Su madre les decía que estaba muy bien y ellos se lo creían y ahí se acababa la historia. En realidad, el mismo acto creativo lleva a esa autoexigencia. Lo cual no significa que seamos falsamente modestos. Yo estoy contento de todos los tebeos que he hecho y me gustan todos. Pero pese a todo, somos capaces de ver lo que podría mejorarse.
 
Con euforia o con depresión, cada día ambos artistas se enfrentan a la página en blanco. Ambos optan por la mesa de dibujo frente a métodos más modernos. Pero cuando dibujan para un tebeo digital, han de tener en cuenta el soporte al que se dirigen. Eso incluye, entre otras cosas, el ritmo de la narración o elegir entre formato vertical u horizontal.

Ajustarse al formato
M.M.: El panorámico me parece el formato ideal simplemente porque las pantallas de ordenador tienen ese formato. Aunque eso puede que cambie con la existencia de las tablets, que son quizá el soporte ideal para leer un cómic digital, ya que puedes girarlo y leerlo en vertical. Desde luego, el formato apaisado no es una condición sine qua non de Panel Syndicate.

A.M.: A mí me parece muy natural. En realidad los cómics y los libros son verticales por una cuestión de que su formato así lo exige: Es más cómodo para ponerlos en estanterías y necesitas un lomo para darle solidez, pero en realidad todo lo que vemos en el mundo audiovisual, es apaisado. Mucho más parecido a la visión que tenemos de las cosas. Así que creo que la tendencia hacia lo apaisado es muy lógica. En Orgullo cogimos muchas ideas de Panel Syndicate y esta nos parecía muy obvia y agradable para leer. Nadie se ha quejado nunca del formato. No sé si será estándar en algún momento porque la mayoría de industria digital va a remolque de la del papel, son tebeos de papel a los que se les da una segunda oportunidad y por tanto en digital no les van a cambiar el formato. Pero si trabajas directamente en digital seguramente sí que es muy natural hacerlo en apaisado.

M.M.: Cuesta un poco ajustarse porque es diferente por la dirección de lectura que tiene. Yo tiendo mucho a dividir la página en dos tiras y eso hace que el ojo tenga que hacer un recorrido muy largo de izquierda a derecha y después una diagonal muy fuerte de nuevo abajo a la izquierda. Quizá es más natural de lo que a mí me parece, porque la verdad es que no he tenido quejas de los lectores en ese sentido, pero a mí me da la sensación de que fluye un poco peor que en el formato vertical, en el que el ojo se dirige de manera más natural hacia abajo. Yo siempre digo que creo que Albert aprovecha mejor el formato apaisado de lo que lo he hecho yo en The Private Eye.

A.M.: Mi única obsesión es que la página no sea muy densa. Lo que no quiero es que el lector tenga que ampliar. Creo que tiene que leerse tal cual. Otro de los recursos del tebeo digital del que se ha hablado poco es que en un cómic de papel cuando lees ya estás viendo la otra página, estás adelantándote a la narrativa o incluso ya has ojeado el tebeo y tienes un montón de información. Con lo cual el impacto de una splash page, por ejemplo, es menor. Y he descubierto que en digital, pasar de un plano general a un primer plano es mucho más impactante que en un cómic de papel. La posibilidad de sorprender o asustar o de ocultar información es mucho mayor porque poca gente ojea un tebeo digital. Es más complicado porque el hardware sigue siendo mucho peor. El papel es una maravilla: tiene el zoom que quieras y el adelante y atrás que te dé la gana. ¡Lo tiene todo! El digital no tiene estas ventajas, pero a cambio te permite algún truquito de magia más sofisticado. 

En el caso de Monteys, esos "truquitos" nacen de su cabeza y los plasma según los ve necesarios. Pero para Martín, el camino es más complejo, puesto que trabaja sobre el guión de Vaughan. Así que tenemos a un autor completo y otro que colabora con un escritor. Son dos maneras diferentes de realizar un tebeo.

M.M: La verdad es que Brian escribe igual para digital y para papel. Me decía que no ha sido hasta el último número de The Private Eye cuando ha empezado a cogerle el tranquillo al guión para digital.

A.M.: Yo más que escribir, hago un storyboard. Y ahí ya me voy planteando cómo atacar la página. Así que es diferente. 

M.M.: Es que al ser autor completo controlas mucho más el tempo de la narración. Y yo estoy más ligado a lo que me da Brian. Aun así, una de las cosas que si tuviera que volver a una editorial tradicional, si tuviera que volver al papel, más me molestaría sería volver a tener que estar pendiente del número de páginas.

A.M.: Es que eso en el digital es una maravilla. O una maldición, según el caso. Porque yo siempre me paso del número de páginas.

M.M.: Es un detalle que parece una chorrada, pero me da mucha libertad cuando me enfrento a un guión de Brian. Él me puede acotar y nunca voy a funcionar como si fuera un autor completo, pero puedo coger el guión simplemente como una guía de lo que tiene que pasar. Si en un momento determinado me parece que necesito una splash page, la realizo. Aumenta el número de páginas pero no pasa nada. Pensar en volver a estar en el terreno habitual del cómic impreso... No tener esa libertad... Ya me genera una cierta ansiedad.
 
Ilustración de Muntsa Vicente para celebrar el número 10 de The Private Eye.

Llegando al final de la entrevista parece apropiado hablar de los finales en los tebeos. Del dolor de cabeza que supone poner punto y final a una historia. Y de la espectacular última página de The Private Eye. Marcos Martín es perfectamente consciente de su efecto en los lectores.

M.M.: Es guay, ¿eh?
 
A.M.: Yo lo primero que le escribí a Marcos fue que la última página me había dejado el culo cuadrado. Y yo todavía no he acabado de escribir el número 3 de Universe! precisamente porque no encuentro el final. Los finales son lo peor. Yo soy muy de tener una idea buena y unos personajes que me gustan e ir llevándolos. Y normalmente llega un momento en el que el final es lógico y sorprendente y está ahí esperándote. A veces cuesta más y a veces cuesta menos. Pero quedarte con un final bloqueado... Los finales son lo peor del mundo. El de The Private Eye me parece perfecto. Es un final muy visual y pensaba que había sido idea de Marcos.

M.M.: No, no, no. Yo también me quedé un poco con el culo torcido cuando leí el guión. Aunque siendo sincero, cuando llegué al final, la crítica que le hice fue que me pareció que toda la última escena era demasiado explicativa durante muchas páginas. En un medio visual como el cómic deberíamos encontrar maneras para que eso que explicamos con dos personajes hablando lo transmitamos de otras maneras para que el lector entienda lo que ha pasado. En este caso yo construí la escena de manera que vaya fluyendo conforme van pasando cosas, con guías visuales muy sutiles. Pero aun así es un poco como si al final de Indiana Jones y el Arca Perdida explicaran dónde acaba el arca con una conversación entre Indy y Marion. Es mejor ver el plano del almacén gigante y un tío entrando con la caja. Pensé en decirle a Brian que buscáramos una manera de contarlo que no fuera tan dialogada, pero la escena estaba tan construida para acabar en esa última página que era tan impactante y que a mí me gustaba tanto, que decidí que daba igual. Pensé que merecía la pena tener esa escena (para mí demasiado explicativa) con tal de acabar con ese punto visual tan potente y que llega tan fuerte al lector.

A.M.: Es que es muy evocadora y sugerente.

M.M.: Oye, que estaba escrito pero luego se tiene que dibujar, ¿eh? Hay que pensarlo y todo eso.

A.M.: Si lo piensas, hostia, dibujar un ojo que está ahí flotando y que se entienda y no parezca...

M.M.: Le di vueltas, no creáis. Ponerle el cuello alto y...

A.M.: ¡No spoileemos!

Hagamos caso a Marcos Martín y a Albert Monteys y no estropeemos todas las sorpresas. Porque aunque hemos entresacado algunas de las cuestiones que nos han parecido más interesantes, lo cierto es que nada, NADA, iguala la experiencia de escuchar a los autores de viva voz. Por eso os recomendamos encarecidamente que escuchéis el audio que adjuntamos a continuación. Interesantes reflexiones, bromas, confidencias... Palabras dignas de ser escuchadas por cualquier buen aficionado al cómic os esperan.

1 comentario:

  1. Me ha gustao mucho la entrevista. Muy "campechana". Me gusta que se vean "las tripas" de una entrevista.
    Que habia de fondo, un escultor? alguien practicando un butron...

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